Y viene del estado de nuestros límites personales, que se establecen en la infancia, en las relaciones con los padres, los adultos significativos, los hermanos. La decisión de hacer las maletas y marcharnos de donde nos sentimos mal es un acto de cuidado de nuestros límites personales. Pero si una persona no recibió los conocimientos adecuados a una edad temprana sobre cómo proteger sus límites personales, puede tener dificultades de adulto. Estos son los factores que nos afectan.
Relación con los padres
Los padres y los adultos significativos desempeñan un papel importante en la formación de nuestros límites personales. Esto es evidente en todo: la presencia de los adultos en la vida del niño, la relación entre los padres que el niño ve y percibe como un modelo a seguir, y la comunicación entre padres e hijos. Por ejemplo, los padres eligen un estilo de crianza distante y frío, para que el niño, en su opinión, tenga un carácter fuerte, no sea malcriado. Pero al final, el futuro adulto adopta la actitud: “Mis emociones no significan nada” o “Debo controlarlo todo siempre para estar bien”. E inconscientemente elige una pareja con la que pueda repetir esta estrategia de comportamiento.
Relaciones con límites personales físicos
Los límites personales no sólo se forman a nivel mental, cuando podemos decir con palabras que no estamos contentos con algo. También existen a nivel físico y se establecen en la infancia. Parece que las prácticas domésticas, cuando un niño tiene su propia habitación, sus propios juguetes, su propio espacio donde puede organizar su propio orden, son una base importante para la aparición de límites personales sanos. Pero si ya en la infancia se violan estos límites a nivel físico -entrar en una habitación sin llamar, dejar que los hijos de los amigos se queden a dormir sin preguntar, regalar los juguetes-, todo esto puede (¡pero no es obligatorio!) hacer tambalear la integridad de los límites personales de una persona en el futuro.
