Las transiciones profesionales conllevan estrés. Y para reducirlo y hacer que el proceso sea lo más seguro para ti, es importante prepararse y encontrar apoyo interior. En 10 puntos te contamos cómo hacerlo.
Determina tu motivación para la transición
Empieza por preguntarte por qué quieres dejar tu trabajo actual. ¿El puesto, las opciones de desarrollo, la cultura de la empresa no te convienen, quizá la actividad en sí ya no se ajusta a tus objetivos? Pensar en esto también puede ayudarte a darte cuenta de lo que es valioso para ti en el trabajo en su conjunto, y lo que no estás dispuesto a aceptar. Puedes dividir la hoja de trabajo en dos partes y escribir en una de ellas lo que te gusta de tu trabajo actual y lo que te motiva a cambiarlo.
Visualiza tu futuro
Es difícil planificar a largo plazo, pero es útil tener una imagen mental del tipo de vida que quieres construir en un futuro próximo. “El trabajo forma parte de la vida. Intenta visualizar dónde quieres vivir, con qué tipo de persona quieres asociarte (o si siquiera quieres una pareja) y cómo quieres pasar el tiempo cada día”, aconseja Utkarsh Amitabh, autor de Harvard Business Review, experto en carreras profesionales, Director General de Network Capital y Director de Marketing. Partiendo de una visión tan amplia, puedes ir concretando poco a poco y hacer una lista de criterios para el tipo de trabajo que quieres tener.
Identifica los pasos concretos
Después, escribe los pasos que tendrás que dar para acercarte a lo que quieres. Piensa también a qué retos podrías enfrentarte y cómo puedes superarlos. De esta forma, estando ya en camino hacia tu objetivo, estarás más preparado.
Realice una autoevaluación
El método de las “cuatro maletas” propuesto por Elena Rezanova en su libro “Esto son normas” puede ayudarte. La primera maleta contiene lo relacionado con el trabajo actual: conocimiento de funcionalidades específicas, herramientas, productos y procesos relacionados con el trabajo actual, comprensión de la política de la empresa. En la segunda maleta están las competencias sectoriales: el campo en su conjunto (por ejemplo, finanzas, logística, educación, informática). En la tercera – habilidades generalistas: negociación, gestión de proyectos y personas, redacción, oratoria, lanzamiento de productos, cálculo de modelos de negocio, etc. En el cuarto – su enfoque de las tareas, su estilo de comunicación, su capacidad para generar ideas y encontrar soluciones a situaciones problemáticas. Una vez que comprendas lo que posees, tendrás una idea de los cimientos sobre los que construir algo nuevo.