¿Existe una relación entre lo que comemos y cómo dormimos? ¿Es posible influir en la calidad del sueño cambiando los hábitos alimentarios?
El sueño es un fenómeno bastante complejo y, desde el punto de vista de la ciencia, todavía hay muchas cosas que no están claras. En él influye un gran número de factores, tanto fisiológicos como psicológicos. Hay muchos estudios sobre la influencia de los alimentos y sus componentes individuales.
Por ejemplo, hay datos de que quienes consumen una gran cantidad de grasas saturadas (un tipo de grasa, que está representada principalmente en la carne, los embutidos), duermen peor. Por el contrario, el consumo de grasas insaturadas omega-3 (pescado, frutos secos, etc.) mejora la calidad del sueño. Los hidratos de carbono con un índice glucémico elevado, que aumentan rápidamente los niveles de glucosa en sangre, tuvieron un efecto positivo sobre el sueño en algunos estudios y un efecto negativo en otros.
La mayor parte de la atención se ha dedicado a los efectos del triptófano y otros aminoácidos, esos “ladrillos” a partir de los cuales se construyen todas las proteínas. Esto se debe a que en la organización del sueño intervienen sustancias especiales, los neurotransmisores (por ejemplo, la serotonina), que se producen en el cerebro a partir de aminoácidos. El triptófano -tanto el procedente de alimentos como de suplementos- permite dormir más profundamente. Un equipo de científicos lo confirmó en un experimento con deportistas que, bajo la supervisión de los científicos, consumieron alimentos ricos en carbohidratos complejos que también eran fuente de triptófano. La mayoría de los participantes declararon haber mejorado la calidad del sueño.
Muchos estudios han utilizado la leche como fuente de este aminoácido. No sólo es importante su alto contenido en triptófano, sino también su combinación con otros aminoácidos, ya que estos últimos pueden interferir en sus efectos.
