Nos enfrentamos al estrés todos los días, debido a los plazos en el trabajo, los problemas familiares, el ruido informativo y otros factores. Pero no siempre nos damos cuenta de lo peligroso que es para nuestra salud. El estrés aumenta el riesgo de desarrollar enfermedades graves y perjudica a todos los sistemas del organismo. El cerebro y las capacidades cognitivas son las que más sufren: la memoria, la atención, la toma de decisiones y la planificación, y el pensamiento lógico.
Estrés a corto plazo
El estrés a corto plazo desencadena en el organismo la reacción “golpea o huye”. Su mecanismo se formó hace mucho tiempo, en la prehistoria, cuando el hombre tenía que escapar literalmente de los depredadores. Hoy en día, la causa del estrés no suelen ser los tigres dientes de sable, sino los atascos de tráfico o los conflictos con otras personas. Pero la reacción es automática.
El mecanismo “golpea o huye” del cerebro lo activa la amígdala, una sección del tejido nervioso responsable de identificar las amenazas y los sentimientos de ira y miedo. En condiciones de estrés, la amígdala se agranda y ordena al cuerpo que se adapte para hacer frente al peligro. El ritmo cardíaco de la persona aumenta, los procesos digestivos se ralentizan y la piel se vuelve pálida: la sangre sale de la piel para que en caso de batalla no haya una pérdida masiva de sangre. Además, se reduce la agudeza visual y auditiva, y la atención se tuneliza – se dirige únicamente a la fuente de estrés.
En general, se acepta que el estrés a corto plazo aumenta nuestras capacidades cognitivas. Una vez en una situación estresante, la persona pone toda su energía en salir de ella y, como resultado, se vuelve más serena y concentrada. Esto es cierto, pero sólo si el estrés está directamente relacionado con un problema concreto.
