Una persona que no sufre trastornos del espectro psicopático, empieza a mostrar los primeros signos de empatía a la edad de dos o tres años. Sin embargo, a pesar de la predisposición natural al desarrollo de la empatía, cuáles serán sus manifestaciones (abrazar o asentir con simpatía) y con qué frecuencia las permitiremos abiertamente, depende de la educación, la cultura, el entorno e incluso la genética. Sin embargo, aunque ciertas “normas” pueden limitar nuestras reacciones, las investigaciones demuestran que las personas tienden a mostrar el mismo nivel de empatía a lo largo de toda su vida. Más concretamente, el que ha desarrollado al final de la adolescencia, y desde este punto de vista es muy importante a la hora de educar a los niños fomentar su capacidad de empatizar y ayudar a sus seres queridos.
La empatía desarrollada nos convierte en miembros de éxito de la sociedad, es un componente clave en la interacción humana, social y psicológica en todas las etapas de la vida, porque nos ayuda a comprender las necesidades e intenciones de los demás. Por supuesto, no todo el mundo necesita una vida social activa, pero aun así, tener un círculo cercano de personas es fundamental para el desarrollo de una personalidad sana y feliz.
La empatía es la forma en que construimos nuestras relaciones en la familia, en el trabajo, fuera de casa y en la vida profesional, todo lo cual afecta en última instancia a lo felices y realizados que estaremos con nuestras propias vidas. En general, cuanta más empatía y compenetración tengamos, menor será la factura de la terapia y la recuperación de la salud mental. Es un buen momento para ir a pensar en los sentimientos de tu vecino ahora mismo.