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Filosofía del bien y del mal

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Se supone que los mejores rasgos, es decir, el deseo de ayudarnos unos a otros, se desarrollaron en nosotros como resultado de vivir en grandes grupos sociales. Nuestros antepasados tenían que unirse para hacer frente a peligros externos. Sin embargo, como unos grupos tenían que competir con otros, al mismo tiempo con la ayuda mutua hemos desarrollado en nosotros la disposición a dañar a nuestros rivales, y si es necesario – fatalmente.

Tanto el bien como el mal están directamente relacionados con la capacidad de empatía, es decir, la capacidad de ponerse en el lugar de otra persona y sentir lo que ella siente. Una empatía desarrollada nos anima a ayudar a quienes tienen problemas, mientras que su carencia, por el contrario, nos empuja a comportamientos violentos, antisociales y psicopáticos. Y, con toda probabilidad, la falta de empatía se debe a un mal funcionamiento de las conexiones neuronales de nuestro cerebro.

La naturaleza del bien y del mal
A la empatía no sólo son capaces los adultos – al menos, a tales conclusiones llegaron Maayan Davidov y sus colegas, tras investigar la reacción de los bebés ante el estado de las personas que les rodean. En el transcurso del experimento resultó que muchos niños menores de seis meses reaccionan a estímulos como el llanto de otro bebé o el enfado de una madre. Y no reaccionan correspondiendo a la irritación, sino con preocupación, y cuanto mayor es el niño, más fuerte se manifiesta ésta.

Sin embargo, como demostró el mismo experimento, ese sentido innato de la empatía no lo tienen todos los niños. Como se trata de niños pequeños que aún no han tenido tiempo de asimilar las normas culturales, sociales y familiares, los científicos parten de la base de que

Los niveles de empatía, así como la predisposición al altruismo y a la crueldad, están incrustados en nuestros genes.

Sin embargo, se trata precisamente de una cuestión de predisposición, es decir, con mucha suerte, si un niño acaba en la familia adecuada y es criado por unos padres que no tienen problemas de empatía ni de brújula moral, todo irá bien.

Dos caras de la misma moneda
Por desgracia, si esto no ocurre y un niño predispuesto a tener bajos niveles de empatía acaba en un entorno negativo, acabamos teniendo un adulto con -en un grado u otro- comportamiento antisocial. En casos especialmente graves, una persona con trastornos del espectro psicopático.

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